En la habitación, diez de las
profesiones más respetadas. Altos cargos ocupados por talentosas personas que
son poderosas e increíblemente atractivas. Jóvenes inteligentes que se
permiten disfrutar de los placeres más banales y psicodélicos a partir de
medianoche.
En la mesa, rayas de cocaína, éxtasis
y alcohol. Llevando el hedonismo a otro nivel, un nivel desgarrador que se
siente incluso en las entrañas. Sensaciones extremadamente fuertes, como ellos.
Libertad encerrada, orgía controlada, poder corrupto, placer.
En el rostro, máscaras perfectas
que ocultaban una perfección diferente. Labios hinchados, pupilas dilatadas,
marcas sensuales. Sentidos descontrolados dispuestos a todo, porque todo está
bien. Porque son ellos. Son solo sexo. Están fuera de control y ya no son diez,
son solo uno. Un acto primitivo convertido en arte, en una danza desnuda
envuelta en un tinte rojizo con ritmos acompasados en todos los sentidos.
En la mañana, una resaca de
recuerdos, lagunas todavía húmedas, sonrisas en labios de carmín corrido.
Antiguas rendiciones ante una vulgaridad elitista que, una vez sin máscara, vuelven
a ser tan solo el reflejo de una profesión respetada en un racional espejo.
Me encanta
ResponderEliminarMuy muy bueno.
ResponderEliminarPerfecto.
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