¿Y si se rompiese un pequeño hilo
de toda la gran encrucijada? Pero no un hilo cualquiera, no. El más fino, el
más frágil, el más corto, pero el más brillante. El hilo dorado. El que menos
peso sujeta, el que menos une, pero el que da luz al resto. ¿Podría la
estructura resistir sin él? Sí, por supuesto que sí. Pero sería una escultura
aburrida, caótica y sin luz. Algo propio de un viejo trastero abandonado y no
de una simple encrucijada que te hace sonreír cuando un rayo de sol ilumina ese
pequeño, pero importante hilo dorado.
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